A mediados de los "80, me pidieron realizar fotografías aéreas para una gran industria. No tenía experiencia al respecto. Me documenté lo mas que pude y preparé mi equipo fotográfico. Ya en el aeródromo de Tobalaba, medí la luz en antes del vuelo. Hacerlo ya volando puede dar mediciones erróneas. Subo al helicóptero. Cuadriplaza, me acomodo en el asiento trasero derecho. A mi lado el gerente de la empresa contratante. Un hombre joven, macizo. Tipo europeo. Miembro activo de un seleccionado de rugby. Se acercan los pilotos, veo que para facilitar mi labor, se saca la puerta-ventanilla de mi lado. Y que debo poner mis pies en el patín de aterrizaje del vehículo. Como sufro de vértigo, siento temor. Sin embargo, prevalece la parte profesional. Y me digo: " Este vuelo cuesta una fortuna. Debo tomar todas las fotografías que sean necesarias. Sólo, después de eso podré asustarme". El helicóptero comienza a elevarse, rumbo al suroriente de Santiago de Chile. A poco de comenzar a tomar altura, mi cliente sufre una crisis de pánico. Se aferra a mi, desesperado y grita: "¡Quiero bajar. Quiero bajar. Yo soy de tierra!" Me desligo como puedo de su desesperación. Y me concentro en lo que hay que hacer. Visto una casaca liviana que, con el viento que entra raudo y potente a la nave, tiende a subirse. Sobre mis piernas llevo un par de lentes adicionales y filtros que, en cualquier momento pueden caer al vacío. Veo que el helicoptero toma una dirección que no corresponde. El piloto me pide que por favor aproveche de fotografiar unas faenas en la percordillera. Accedo. Lo hago rapidamente y retornamos a la meta prefijada. Disfruto del vuelo, a mi lado el gerente con los ojos hacia al frente, una mirada vacía. Abrazandose como protegiéndose y en profundo silencio. Llegamos al punto de trabajo. Hago las tomas. Uso dos rollos para elegir una sola fotografía. Retornamos al aeropuerto. El vértigo fue vencido por la emoción de volar. Los pilotos eran de excelencia. Maniobraban con facilidad su nave. Siempre acorde a las instrucciones que les daba por el micrófono de mi casco. Ya en tierra, fui de inmediato a procesar las diapositivas. Estaban todas bien. Fueron de utilidad a mi cliente. En lo personal, vi que con esta nueva experiencia había logrado vencer un magno desafío, lo cual me incentivó para seguir incursionando en otras áreas.
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