Muchas veces los fotógrafos vemos cosas que para otras personas pasan inadvertidas. Hace cerca de 35 años me pidieron fotografiar a un emergente grupo musical . Ellos estarían en el Teatro-CircoCaupolican. Participaban muchos artistas, entre ellos Eduardo de Calixto con su Hogar dulce hogar, Residencial La Pichanga, y uno que aún le dicen el "pollo". Era famoso. Tenía un fan club uniformado con poleras y plumeros amarillos. Cuando salió a escena fue una locura: ¡Oro, oro, oro, el pollo es un tesoro! Y los plumeros se agitaban enardecidamente. Interpretó varias canciones. Estando por terminar, hay un movimiento no esperado: Una anciana se abre paso entre la multitud y llega al escenario mismo. Le entrega al pollo una hermosísima rosa roja, de tallo largo. El artista la recibe con cariño, muestra la flor al público enfervorizado. Abraza a la abuelita, la besa en la mejilla y termina su actuación. Yo observaba entre bambalinas. La esposa del pollo, embarazada, le esperaba en un solitario camarín. "Seguramente le llevará esa rosa" pensaba. Pero, el ídolo, cruzó la cortina, tomó la flor y la tiró al piso del escenario. Otros artistas salieron a escena. Nadie miraba la ofrenda, muchas veces estuvieron a punto de pisarla. Me acerqué, la tomé como un tesoro y, al final de la función, le llevé la rosa y esta historia a quien hoy es mi esposa...
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