Recuerdo sus ojos color miel. Su mirada transparente como si trascendiera al infinito. En un bosque nativo de la precordillera. Una tarde de Enero en Verano. Ella vivía y trabajaba en Santiago. Eramos amigos de Biodanza. Un día, decidió quemar sus naves y, sin adioses, se fue a Europa. Lleva allí casi dos años. Nos contactamos por E-Mail. No muy seguido. En su último correo, ella me dice: "yo por estos lados mas acostumbrada al frio y descubriendo la belleza de los blancos paisajes de la ciudad en la que habito. He sentido , descubierto, cuan sensual, nostalgica, conmovedora me parece, ver como desciende la nieve. Liviana, pulcra, suave, su danza de caida para llegar a cubrir todo cuanto hay"...
miércoles, 21 de enero de 2009
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