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lunes, 13 de agosto de 2012

Published 8:58:00 p.m. by with 0 comment

El arte de hurgarse las narices, medicina, política e historia.


En los chicos, buscar mocos en la nariz es un hábito muy común. La mayoría de ellos aprende, con el tiempo, a dejar de hacerlo bajo la orden de sus padres, pero, por otro lado, existen personas que lo sostienen a lo largo de toda su vida: son aquellas que padecen de mucofagia. Por suerte para estos casos, la última novedad es que comerse los mocos hace bien.

Una investigación realizada por un médico austríaco especialista en pulmones, Friedrich Bischinger, dio a conocer recientemente los beneficios del consumo de los mocos. Según sus propias palabras, "con el dedo se puede llegar a lugares a los que es imposible llegar con un pañuelo, y de esta manera la nariz se mantiene mucho más limpia".

Comer los restos secos de moco es una forma efectiva de fortalecer el sistema inmunológico del cuerpo: la nariz es un filtro en el que se recogen una gran cantidad de bacterias, y cuando llega esta mezcla al intestino, funciona igual que un medicamento. "Tiene mucho sentido y es un acto puramente natural", aseguran los científicos.

El doctor Bischinger alienta así a chicos y grandes a disfrutar, sin culpas, del pasatiempo de escarbarse la nariz, y desmiente el mito popular que indica que sacarse los mocos o comérselos es algo "asqueroso".

Esta nota me recordó mis primeros tiempos en la fotografía:

 Durante la Tercera Conferencia Mundial de Comercio y Desarrollo de las Naciones Unidas (UNCTAD III4 )1972, que se realizaba en el edificio que ahora se llama Centro Cultural Gabriela Mistral, fui a cubrir la información para un periódico internacional.

 Había un participante que era un centro obligado de atracción: Henry Kissinger. En esos años se desempeñaba, en el gobierno de Richard Nixon, como asesor de asuntos de seguridad nacional.

 Y decidí lograr "la" fotografía de este personaje. La mayoría de las veces que le esperaba, su puesto estaba ocupado sólo por una placa con su nombre.

 Sin embargo un día, le encontre participando en las sesiones.

Me llamaba la atención que, aparte de prestar atención a lo que sucedía, lo hacía gran parte del tiempo con su dedo índice metido en la naríz. Creí era una excelente idea lograr una exclusiva.

Como no se podía entrar a la Sala mientras se desarrollaba la asamblea, me acerqué a uno de los ventanales que me permitiría fotografiar sin problemas. 

 Con mi cámara analógica preparada, enfoquo. Voy a hacer el click, cuando veo bajar desde lo alto una manaza que con inesperada suavidad y firmeza, mueve mi cámara hacia un enfoque no deseado.

 El causante era un gigante, de negro absoluto, anteojos oscuros y audífonos. Me miró con una increíble expresión de benevolente autoridad y giró su cabeza haciéndome un "No" que opté por respetar.

 Entendida la sugerencia, me alejé lento y cabizbajo del sitio del suceso.  

 Mas adelante, pude fotografiar a Kissinger, pero, en actitudes mas formales.

 Henry Kissinger, ya cercano a los 90 años, parece ser un ejemplo de lo beneficioso para la salud es el hurgarse periódicamente las fosas nasales.
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lunes, 9 de mayo de 2011

Published 10:56:00 a.m. by with 0 comment

Arte y Placer: Casi como estar enamorado.


EFE/La contemplación de una bella obra de arte puede estimular el flujo sanguíneo en la parte del cerebro relacionada con el placer y equivale a la sensación de estar enamorado, según un estudio británico.

Las obras de arte consideradas de mayor belleza, como pueden ser las del paisajista inglés Constable, el neoclásico francés Ingres o el italiano Guido Reni, provocan el mayor estímulo placentero.

Por el contrario, obras maestras de otros artistas como El Bosco, Honoré Daumier o Quentin Massys, que representan a personajes feos o caricaturescos, apenas estimulan el flujo sanguíneo.

“Quisimos ver qué ocurre en el cerebro cuando se miran pinturas hermosas”, afirma el profesor Semir Zeki, experto en neuroestética del University College de Londres, citado por The Sunday Telegraph.

“Descubrimos que cuando se contempla una obra de arte, ya sea un paisaje, un bodegón, un retrato o un cuadro abstracto, se produce un estímulo en la parte del cerebro relacionada con el placer”, explicó.

El equipo dirigido por Zeki sometió a observación con un escáner a decenas de personas sin especiales conocimientos artísticos, porque creyeron que serían las menos influenciables por las corrientes actuales.

Los escáneres midieron el flujo sanguíneo en la corteza orbitofrontal medial, la parte del cerebro asociada al placer y al deseo, y permitieron descubrir que la belleza artística produce una sensación placentera inmediata.

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