Hace casi 30 años cuando llegué a la que hoy es mi casa, en un rincón del patio había tres pequeños cactus. Para protegerlos, los puse en la ventana de mi habitación. El Viernes pasado, en la mañana, uno de estos comenzó con una pequeña erupción, que fue creciendo a una velocidad impresionante ( Considerando que en tres décadas han crecido unos pocos milímetros): Era una flor que en la noche ya comenzaba a abrir sus pétalos. Al amanecer del Sábado ya era una maravillosa muestra de la creatividad divina. Me sentía fascinado por este inesperado milagro. Coloqué la planta mas cerca de la luz, para fotografiarla y, el tamaño y peso de la flor casi volcaba el pequeño macetero. Anoche, comenzó a marchitarse. Hoy en la mañana era como un papel arrugado. ¿Deberé esperar otros 30 años para volver a vivir la comunión que viví con mi cactus? Estuve todo el día admirando y agradeciendo el poder haber vivido esta sagrada experiencia. Expongo un par de fotografías para compartirlas con ustedes: