Mi primer contacto con arte y desnudez se realizó siendo alumno del curso vespertino de la Escuela de Bellas Artes de la Universidad de Chile. Después fue en mi período de estudios en la Escuela de Artes Aplicadas de esa misma casa universitaria. Trabajábamos con modelos profesionales. Podían hacer una pose distinta cada 10 segundos, sin repetir ninguna, durante un largo lapso.
Cambios grandes a nivel de país, dejaron mi ultima carrera inconclusa.
Derivé entonces hacia la Fotografía. La aprendí en forma autodidacta. Presenté mis primeros trabajos en el Foto Cine Club de Chile. Gracias a los juzgamientos mensuales que se realizaba en ese Club, iba puliendo mi manera de fotografiar.
En 1976 comencé a trabajar como fotógrafo industrial, combinando esas labores con mi profesión de Publicista. Colaboré en numerosas publicaciones de tipo técnico e industrial. Muy pocos de mis trabajos tenían relación con el arte.
En una ocasión me llamó el escultor Héctor Octavio Román para que fotografiase la obra completa de su abuelo, escultor, Samuel Román Rojas. Mis fotografías fueron parte de un hermoso libro.
Seguí fotografiando a y para artistas. Conocí entre otros, a José García Chibbaro, Hernán Valdovinos, Roberto Bravo, Joakín Bello, Rolando Toro Araneda, Roberto Grimberg (maestro de maestros en el arte de la fundición artística), Loreto Valenzuela, Malucha Pinto, Solange Durán, etc.
Una mañana recibo el llamado de una joven escultora, le había hecho algunos trabajos para sus catálogos de obras. Me pide la visite llevando mis equipos de trabajo. Llegué a su taller y le pregunto cuales son las esculturas para fotografiar. Me responde: "Quiero una foto mía, desnuda". Había comenzado a estudiar pintura al óleo y deseaba realizar un cuadro a partir de mi trabajo. Lo hice y ahora la pintura ocupa un lugar destacado en su atelier.
Me gustó la experiencia y decidí no dejar de lado esta nueva opción.
Comencé con amigas que jamás habían posado. Y descubrí que esto tenía un efecto inesperado. Mirándola con mis ojos y corazón de artista, veía y plasmaba con mi cámara, bellezas que ellas ignoraban tener. Muchas veces me decían: "Si yo no soy tan linda". Sin embargo el contemplarse de una manera distinta a como se percibían día a día, les hacía sentirse y verse mas hermosas. Aumentaba su autoestima ejerciendo simultáneamente un maravilloso efecto sanador.
Y he seguido haciéndolo, pues es una instancia mágica. Una comunión trascendente. Una eutonía que busca armonizar el cuerpo, eliminando las tensiones negativas, logrando que la belleza fluya libremente de entre las sombras que la mantenían oculta.
Cambios grandes a nivel de país, dejaron mi ultima carrera inconclusa.
Derivé entonces hacia la Fotografía. La aprendí en forma autodidacta. Presenté mis primeros trabajos en el Foto Cine Club de Chile. Gracias a los juzgamientos mensuales que se realizaba en ese Club, iba puliendo mi manera de fotografiar.
En 1976 comencé a trabajar como fotógrafo industrial, combinando esas labores con mi profesión de Publicista. Colaboré en numerosas publicaciones de tipo técnico e industrial. Muy pocos de mis trabajos tenían relación con el arte.
En una ocasión me llamó el escultor Héctor Octavio Román para que fotografiase la obra completa de su abuelo, escultor, Samuel Román Rojas. Mis fotografías fueron parte de un hermoso libro.
Seguí fotografiando a y para artistas. Conocí entre otros, a José García Chibbaro, Hernán Valdovinos, Roberto Bravo, Joakín Bello, Rolando Toro Araneda, Roberto Grimberg (maestro de maestros en el arte de la fundición artística), Loreto Valenzuela, Malucha Pinto, Solange Durán, etc.
Una mañana recibo el llamado de una joven escultora, le había hecho algunos trabajos para sus catálogos de obras. Me pide la visite llevando mis equipos de trabajo. Llegué a su taller y le pregunto cuales son las esculturas para fotografiar. Me responde: "Quiero una foto mía, desnuda". Había comenzado a estudiar pintura al óleo y deseaba realizar un cuadro a partir de mi trabajo. Lo hice y ahora la pintura ocupa un lugar destacado en su atelier.
Me gustó la experiencia y decidí no dejar de lado esta nueva opción.
Comencé con amigas que jamás habían posado. Y descubrí que esto tenía un efecto inesperado. Mirándola con mis ojos y corazón de artista, veía y plasmaba con mi cámara, bellezas que ellas ignoraban tener. Muchas veces me decían: "Si yo no soy tan linda". Sin embargo el contemplarse de una manera distinta a como se percibían día a día, les hacía sentirse y verse mas hermosas. Aumentaba su autoestima ejerciendo simultáneamente un maravilloso efecto sanador.
Y he seguido haciéndolo, pues es una instancia mágica. Una comunión trascendente. Una eutonía que busca armonizar el cuerpo, eliminando las tensiones negativas, logrando que la belleza fluya libremente de entre las sombras que la mantenían oculta.